Leonardo da Vinci (1452-1510)
Una de las figuras más importantes del Renacimiento italiano es Leonardo da Vinci, aunque hoy es más recordado como pintor que como arquitecto, inventor, ingeniero, escultor, cocinero o músico. Y es que, además de crear obras maestras de la pintura como La Última Cena o La Gioconda, también destacó en esas otras disciplinas.

Leonardo nació el 15 de abril de 1452 en el pueblo toscano de Vinci, no lejos de Florencia. Fue educado por su padre, un notario, después de que su madre se casara con otro hombre y se mudara a una ciudad cercana. De adolescente trabajó como aprendiz en el taller de Andrea del Verocchio, donde permaneció hasta que puso en marcha su propio taller años más tarde.

La siguiente escala del artista fue Milán, donde en 1482 entró al servicio de Ludovico Sforza, duque de Milán. Durante la siguiente década produjo obras como La dama y el armiño, un retrato de Cecilia Gallerani, y la primera de las tres versiones de La Virgen de las Rocas. Mientras permaneció en Milán dedicó tres años a la ejecución de La Última Cena en el refectorio de Santa Maria delle Grazie.

En 1499, no mucho después de terminar su Última Cena, el duque de Milán cayó ante los ejércitos del rey de Francia, Luis XII. Leonardo dejó entonces Milán y trabajó para varios patrones por toda Italia, incluyendo Mantua, Venecia y Friuli, e incluso obtuvo un trabajo como arquitecto militar e ingeniero de manos del infame César Borgia. Regresó a Milán en 1508 y concentró sus esfuerzos en el estudio de la anatomía, la planificación de ciudades y la ingeniera hidráulica.
Leonardo se mudó a Roma en 1513 a petición del reciente Papa electo Giuliano de Medici. Permaneció al servicio del pontífice durante tres años, antes de instalarse en Francia en 1516. Francisco I de Francia le concedió el título de Primer Pintor, Ingeniero y Arquitecto del rey, además de un caserón cerca del castillo real de Amboise.
Leonardo da Vinci murió el 2 de mayo de 1519, y está enterrado en la capilla de Saint Hubert, en los jardines del castillo de Amboise. Según la leyenda, el rey Francisco I sostenía al agonizante Leonardo cuando éste entregó su alma a Dios.

 

Matteo Bandello (1484-1561)
El sobrino adolescente del prior Vicenzo en La Cena Secreta existió realmente y fue uno de los novelistas más célebres del Renacimiento italiano. Es cierto que él vio a Leonardo pintar La Última Cena cuando sólo tenía 12 años y era novicio en el convento de Santa María delle Grazie. En sus escritos describió al maestro Da Vinci como un hombre inconstante, que lo mismo pintaba de la mañana a la noche sin parar a probar bocado, que se pasaba días mirando su obra viendo en qué podría mejorar a los apóstoles que había retratado.

 

Bernardino Luini (1470-1532)
Fue uno de los muchos discípulos que siguieron a Leonardo da Vinci y del que imitó su estilo y sus obras. Todo su trabajo se desarrolló en conventos y palacios rurales de la Lombardía, por lo que el contexto en el que lo sitúa Javier Sierra en su novela es más que adecuado. Existen muchas dudas sobre su fecha de nacimiento y muerte, que oscilan entre 1470 y 1532. De lo que no caben dudas es de sus devaneos con los temas heterodoxos de su maestro, que pueden seguirse en sus frescos de las Metamorfosis de Ovidio en Milán o en sus cuadros de la Virgen y San Juan, en El Prado. Al margen de su “affaire” literario con Elena Crivelli en La cena secreta, se sabe que se enamoró de Laura Pelucci, hija de Guidotto.

 

Marsilio Ficino (1433-1499)
Fue un destacado intelectual, doctor, músico y predicador de su tiempo. Su contribución más importante a la Historia Universal fue la traducción al latín de las obras completas de Platón, varios himnos órficos y dichos de Zoroastro. Bajo la protección de Cosme de Médicis fundó la Academia de Florencia en la que nacería “de facto” el Renacimiento, y allí compiló los textos mágicos del Antiguo Egipto conocidos como “Corpus Hermeticum”. En sus 66 años de vida, jamás salió de Florencia, pero inspiró directamente a artistas como Botticeli, Miguel Ángel, Rafael, Tiziano o Durero. Su biógrafo Giovanni Corsi lo describe como de “complexión ruda y rubio, con rizos”, como el Mateo de La Última Cena de Leonardo...

 

Ludovico Sforza (1451-1508)
Fue duque de Milán en representación de su sobrino Gian Galeazzo Sfoza, a quien terminaría usurpando el trono de la Lombardía. “El Moro” fue el sobrenombre por el que se le conoció a causa de su aspecto: pelo azabache y piel morenísima. Fue él quien encargó a Leonardo da Vinci la ejecución de La Última Cena en el convento de Santa Maria delle Grazie, de Milán. Con ello pretendía embellecer el lugar que había elegido como reposo último de su extirpe.

 

Beatrice d’Este (1475-1497)
La hija de Hércules I de Ferrara fue esposa de Ludovico el Moro desde 1491. La cena secreta se abre con la muerte de parto de esta jovencísima mujer, amante de los lujos y la moda, y que hizo de la corte milanesa una de las más sofisticadas de su época. Murió cuando estaba encinta de León María Sforza, su primogénito, que también falleció durante el parto en enero de 1497.

 

Girolamo Savonarola (1452-1498)
Este personaje hace una aparición fugaz en La cena secreta, pero es un personaje clave para comprender el odio hacia Roma de ciertos sectores de la población. Fue este predicador florentino el que acusó a Alejandro VI de abanderar una Iglesia alejada del mensaje espiritual de Jesús. Sus encendidas soflamas le llevaron a destruir estatuas, pinturas y libros paganos, y a anunciar un inminente fin de la Iglesia. Fue excomulgado en 1497, poco después de concluirse el cenacolo.

 

Gioacchino Torriani (1417-1500) Aparece en la novela en el capítulo cuatro como “el trigesimoquinto sucesor de Santo Domingo de Guzmán en la Tierra”. Aunque de familia milanesa, el general de los dominicos en tiempos de Leonardo fue veneciano. Murió el 1 de agosto de 1500 en Roma, y fue en la sacristía de la iglesia de Santa Maria sopra Minerva donde encontré su lápida sepulcral… y en ella, su retrato. Torriani conoció bien el convento de Santa Maria delle Grazie, ya que fue Provincial de la Lombardía en dos ocasiones. Hombre de gran cultura, hablaba cinco idiomas y tenía, pese a la fama inquisitorial de su Orden, reputación de “blando”.