HISTORIA DE UNA NOVELA
(Del cuaderno de notas del autor)

Empecé a trabajar en la trama de La cena secreta a finales de 2001. En aquel tiempo estaba ultimando mi novela anterior, El secreto egipcio de Napoleón. De hecho, fue escribiendo ese libro cuando me di cuenta de lo influyente que había sido Egipto para la mentalidad de Occidente. La nuestra. Y cómo esa influencia se dejó notar con especial fuerza en dos épocas: a finales del siglo XIX, en el tiempo que retrata El secreto egipcio de Napoleón, y durante el Renacimiento. Fue entonces cuando decidí centrarme en ese otro prometedor periodo histórico y cuando empezó a gestarse La cena secreta.

Confieso que mi primera idea fue escribir sobre Marsilio Ficino, el fundador de la famosa Academia florentina auspiciada por Cosme el Viejo. Ficino fue un filósofo y traductor excepcional. De hecho, a él le debemos la primera adaptación al latín de los libros de Platón e incluso la traducción de los célebres tratados mágicos de inspiración egipcia conocidos como Corpus Hermeticum. Pero cuando me di cuenta de lo mucho que había influido Ficino en artistas como Botticelli o Leonardo, puse toda mi atención en el genio de Vinci. ¿Hasta qué punto había influido Egipto en Leonardo?

Aquel día nació La cena secreta

MI PROPÓSITO

Siempre que escribo una novela determino antes el propósito último de esa obra. En cada ocasión mi literatura trata de resolver algún misterio del pasado. Naturalmente, para lograrlo se requiere de una investigación previa amplia y lo más profunda posible, que me permita plantear hipótesis plausibles que resuelvan el misterio al que me enfrento. En el caso de La cena secreta, el propósito fue averiguar por qué Leonardo concibió una obra tan llena de sinsentidos teológicos y de detalles controvertidos. Quería escribir mucho más que un trabajo de ficción; deseaba crear una “novela de investigación”.

Por eso, todas las obras que se citan en mi obra (desde La leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine, al Apocalipsis Nova de Amadeo de Portugal o el Interrogatio Johannis) existen.


UN DESCUBRIMIENTO INCREÍBLE

Sucedió el 21 de marzo de 2000, en el equinoccio de primavera del Milenio. Robert Bauval, autor del bestseller internacional El misterio de Orión, me condujo a la meseta de Giza, a las afueras de El Cairo, para ver aquel amanecer astronómicamente tan especial. “Vas a presenciar un milagro”, me advirtió. Tras unos instantes, el Sol comenzó a asomar frente de las garras de la Esfinge y en cuestión de minutos se colocó justo sobre su cabeza, como si el viejo coloso egipcio fuera un marcador astronómico de extraordinaria precisión. “¿Lo ves?”, saltó Robert, “los antiguos egipcios llamaron a la Esfinge Hor-em-Akhet, ‘Horus en el Horizonte’. Y eso es exactamente lo que acabamos de ver: el Sol-Horus sobre el horizonte de Giza. Esta fabulosa escultura es un jeroglífico en sí misma. El más colosal que han visto los siglos”.

Aquella misma mañana, frente a una taza de te, Robert Bauval me explicó que siglos antes de la invención de la imprenta, cuando muy pocos sabían leer y escribir, reyes y sacerdotes enseñaban conceptos abstractos al pueblo usando imágenes tan evocadoras como la Esfinge. Asociaron estatuas, pinturas e incluso edificios enteros a ciertos conocimientos, creando una práctica nemotécnica llamada el “Arte de la Memoria”. Aquella revelación me sobrecogió.

Años después, leyendo el libro de Frances Yates “El Arte de la Memoria” (finalmente publicado en español por Siruela, 2005), aprendí que esa disciplina alcanzó su primer desarrollo con los griegos, pero que terminó siendo utilizada por los dominicos durante el Renacimiento.

¡Ahí lo comprendí todo!

Los dominicos, el Arte de la Memoria (que permite a cualquiera esconder un mensaje en una imagen), y Leonardo da Vinci trabajando precisamente en un convento de la Orden de Santo Domingo en 1497 se unieron de este peculiar modo para darme la clave que resolvía el acertijo de La Última Cena.


LA CARTA DE LA PAPISA JUANA

Una de las intrahistorias más apasionantes de La cena secreta tiene que ver con la carta de la Papisa Juana, del tarot Visconti-Sforza, mencionada varias veces a lo largo del libro. La carta nos recuerda un mito muy extendido en aquel tiempo. Uno que comienza tras la muerte del Papa León IV en el año 853, y su sucesión de manos de un joven cardenal. Aquel religioso tomó el nombre de Juan VIII y gobernó durante dos años, hasta el 855. Un día, mientras procesionaba entre las basílicas de San Pedro y San Juan de Letrán, dicen que dio a luz a un niño. Así se descubrió que Juan VIII era, en verdad, una mujer. Por desgracia, el Pontífice murió de parto ante los atónitos ojos de su corte.

Tan sugerente leyenda fue magistralmente recuperada por uno de los naipes del tarot Visconti-Sforza, en el que una mujer embarazada es retratada con la tiara papal.


EL LIBRO EN CIFRAS

· 1 Premio Literario en España. El libro fue seleccionado como Finalista de la III Edición del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja en septiembre de 2004.

· 1 Primer autor español contemporáneo que entra en todas las listas de bestsellers de Estados Unidos, incluyendo la de The New York Times.

· 1 Número Uno en las listas de bestsellers de Italia durante el verano de 2005.

· 1 Número Uno en las listas de bestsellers de Canadá durante la primavera de 2006.

· 3 años de investigación.

· 4º libro más vendido en 2006 en Serbia, tras títulos de Pahmuk, Coelho y Brown.

· 15 ediciones de La cena secreta durante su primer año de publicación en España. Más de 200.000 copias vendidas en ese periodo.

· 40 países han comprado ya los derechos de edición de La cena secreta, incluyendo Estados Unidos, Australia, Francia, Alemania, China, Japón o Rusia.

· 300 fuentes bibliográficas consultadas en español, inglés, italiano y francés para la elaboración de la novela.

· 25.000 kilómetros recorridos por el autor durante su investigación para el libro.

· 84.079 palabras conforman el manuscrito original en español del libro.


LAS FUENTES

Aunque mis conclusiones acerca de La Última Cena son absolutamente originales, viajé durante tres años (2001-2004) a Milán, Roma, Florencia y Vinci en Italia, y a Amboise en Francia, para completar mi investigación. Durante ese tiempo, me entrevisté con expertos que incluyeron a:

* Padre Venturino Alce, archivero del monasterio de Santa Maria delle Grazie, Milán.
* Antonio Piñero, catedrático y experto en Filología Neotestamentaria de la Universidad Complutense de Madrid.
* Alessandro Vezzosi, director del Museo Ideale de Vinci, en el pueblo natal de Leonardo.
* Dra. Pinin Bambrilla Barcilon, directora de los trabajos de restauración de La Última Cena entre 1977 y 1997.

Algunos centros y fuentes de información consultada fueron:

* Biblioteca Ambrosiana, Milán.
* Biblioteca del Monasterio de Santa Maria delle Grazie, Milán.
* Biblioteca del Instituto Warburg, Universidad de Londres.
* Biblioteca Nacional de Madrid.