Antes de publicar La cena secreta, ya habías publicado varias novelas de marcado acento histórico. ¿Cuando empezaste a escribir ficción y por qué?

Mi primera obra de ficción se publicó en 1998, y la escribí casi por un capricho del destino. Hasta ese momento yo había publicado un par de libros de no ficción, siempre relacionados con misterios de la Ciencia y de la Historia. Llevaba años trabajando en uno de los muchos enigmas que rodearon la llegada de los españoles a América entre los siglos XV al XVII. En concreto, uno que tuvo como escenario el Suroeste de los Estados Unidos, cuando los primeros misioneros franciscanos quisieron evangelizar los actuales estados de Nuevo México, Arizona y Texas, allá por 1629. Aquellos frailes se encontraron con la sorpresa de que muchos indios ya habían sido evangelizados por una misteriosa “dama azul” que llevaba meses apareciéndoseles, y que más tarde terminarían identificando con una monja de clausura española que tenía el “don” de estar en dos lugares a la vez. De bilocarse, dijeron. Pronto, ese caso se convirtió en una obsesión para mí. Viajé varias veces a Nuevo México para estudiar sus implicaciones, pero dudaba sobre cómo armar mi libro. Fue mi editor quien me sugirió que convirtiera mi investigación en una novela, y así nació La dama azul. Fue una experiencia muy satisfactoria: gracias a la ficción pude ofrecer una explicación plausible para aquel hecho histórico que, si la hubiera expresado en un ensayo, no hubiera pasado de ser una mera especulación.

Así descubrí un enorme, y apenas explorado, potencial de la literatura: su infinita capacidad para aportar respuestas a incógnitas irresolubles de la Historia. Y decidí emplearme a fondo en ese campo.

¿Qué estudiaste en la universidad?

Estudié periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Allí aprendí a manejarme con fuentes históricas, pero también con la investigación “de campo”, sobre el terreno. Ambas herramientas se han revelado indispensables con el correr de los años en mi trabajo como escritor.

¿Qué te llevó a la pintura de Leonardo da Vinci y en particular a La Última Cena? ¿Por qué decidiste investigarla?

La Última Cena de Leonardo comenzó a atraerme el mismo día que dediqué unos minutos a contemplarla. Aquella no era una obra cristiana más. Incluso, ¡no era una obra cristiana en absoluto! Me di cuenta de ello al descubrir que, por primera vez en la Historia del Arte, Leonardo había pintado a Jesús y sus discípulos sin halos de santidad, haciéndolos parecer hombres y no santos. Además, en la Cena de Leonardo, Jesús no está instaurando el sacramento de la Eucaristía… y precisamente para celebrar ese momento se pintaban todas las Últimas Cenas en su época. Allí, definitivamente, había algo extraño, atípico, que llevaba cinco siglos esperando a ser resuelto. Y en ese momento supe que dedicaría el tiempo que fuera necesario para resolver el misterio. El fruto fue mi novela La cena secreta.

¿Qué autores o libros te inspiraron para escribir este tipo de narrativa histórica? ¿Quiénes crees que son tus contemporáneos en ese mundo?

Antes de escritor, fui un ávido lector de libros. Durante años leí casi exclusivamente ensayos –con la excepción de las obras de Julio Verne o Agatha Christie en mi adolescencia--, pero pronto me sumergí en aguas más literarias y descubrí el placer de aprender leyendo una buena novela. El Nombre de la Rosa de Umberto Eco me cautivó. Pero también lo hicieron obras de autores como Christian Jacq, Katherine Neville o Philip Vandenberg. Hoy me siento identificado con el modo de trabajar de Arturo Pérez-Reverte o de Dan Brown: lento, minucioso, con un manejo de las tramas similar al cuidado con el que un relojero ajusta las ruedas dentadas en un mecanismo pequeño y delicado.

Te has convertido en una de las exportaciones más valoradas de España en el mundo editorial. ¿Qué crees que te ha situado en ese nivel? ¿Hay algo diferente en tu método o estilo?

El secreto (si es que hay uno) está en que La cena secreta es una obra honesta, que no defrauda al lector. Muestra cómo en la Edad Media y el Renacimiento los artistas “escribían” mensajes en sus pinturas utilizando toda clase de técnicas y disciplinas secretas. Mi novela desvela algunas de ellas y cualifica al lector para “leer” lo que Leonardo “escribió” en su famosa Última Cena. No hay más. Pero tampoco menos. En cierta manera, a los lectores de mi novela les sucede lo que a los iniciados en los ritos sagrados de la Antigüedad: tras superar la “prueba” son incapaces de volver a ver el mundo del mismo modo.

¿Ha despertado tu libro alguna controversia en la Iglesia católica o alguna otra?

De momento, no. Y creo que se debe a que mi novela no cuestiona la fe de los lectores. Describe cuál pudo ser la fe con la que simpatizó Leonardo mientras ejecutó su mural de La Última Cena, pero no valora moralmente su actuación. Eso ha hecho que La cena secreta no haya entrado en disputas teológicas… Insisto, de momento.

¿Qué hay de cierto en el “mensaje” que desvelas en La cena secreta?

Cuando Leonardo pintó La Última Cena, Italia vivía una amarga controversia: un dominico de Florencia llamado Girolamo Savonarola predicaba contra el Papa, afirmando que Alejandro VI había traicionado, con su vida opulenta y libertina, el verdadero mensaje de Jesús. A su denuncia pronto se le sumaron otros por todo el norte de Italia y las acusaciones terminaron salpicando la imaginación de Leonardo. Creo que, en “clave”, Da Vinci escondió en La Última Cena esa idea. Su mural muestra el momento en el que Jesús anuncia a sus discípulos que hay un traidor sentado a la mesa, y deja al espectador la tarea de localizarlo. Es como un acertijo gigante. Pues bien, el único discípulo que tiene un arma escondida a la espalda y amenaza de muerte a otro, dando la impresión de ser el traidor, es… ¡Pedro! Y Pedro, en esa época, era el símbolo del Papa. Creo que Leonardo confundió deliberadamente a Judas y a Pedro en La Última Cena para arremeter contra Alejandro VI, que jamás tuvo en cuenta su arte.

¿Qué piensas de las polémicas suscitadas por la obra de Dan Brown, especialmente en relación a quienes lo acusaron de plagio? ¿Por qué crees que ha ocurrido esto?

Supongo que el éxito a veces se cobra estos precios. Sinceramente, creo que Dan Brown no se merecía un juicio así. Fue un escritor honesto, que citó sus fuentes en la novela, y que construyó una trama original sobre especulaciones que llevaban años circulando entre los expertos. Por la misma regla de tres que se ha aplicado contra Dan Brown, también Gérard de Sède, autor en 1967 del libro L’or de Rennes, podría haber denunciado a los autores de Holy Blood, Holy Grail por haberse fundamentado en sus investigaciones previas para escribir su ensayo. Pero jamás lo hizo. Creo, en definitiva, que es lícito que un autor se base en trabajos previos para sostener sus ideas. ¡En eso se fundamenta la cultura!

Q: You have stated that you were inspired by Umberto Eco’s novel The Name of the Rose, in which he makes use of historical and rare books as part of the storyline. In what ways is this reflected in The Secret Supper?

A: In the way that all the bibliographical references mentioned in The Secret Supper are absolutely real. The key information in my novel is based on facts: the Cathar movement was a real one; disciplines such as "the Art of Memory" were also real. And books like Apocalipsis Nova or Da Varagine’s The Golden Legend existed, and were very influential in their time. Umberto Eco was the first novelist to widely use these kinds of real references.

En Estados Unidos, la prensa comparó con frecuencia The Da Vinci Code con The Secret Supper, tu libro. ¿Qué puedes decir a quienes aún los comparan?

Muy fácil. Ambas son novelas de acción, de intriga, pero mientras una (DVC) se ambienta en el siglo XXI y usa a Leonardo como un mero referente histórico, la otra (TSS) invita al lector a un viaje al Renacimiento, con Leonardo como un personaje vivo, y pone al lector en contacto con una de las mentes más extraordinarias de la Historia. Leonardo fue un incansable creador de acertijos. La Última Cena fue el más colosal de todos. Y mi novela lo resuelve tras cinco siglos de espera.

¿Qué piensas de la traducción al inglés de La cena secreta?

Uno de los grandes incentivos que tiene la lectura de The Secret Supper en inglés es el extraordinario trabajo de traducción de Alberto Manguel. De alguna manera, mi traductor es un experto en la historia que hay detrás de mi libro, como lo demuestra su ensayo Reading Pictures (2000). Él ya se dio cuenta hace muchos años de que las grandes obras de la pintura son, en realidad, libros que pueden leerse, y acometió con gran profesionalidad la traducción de mi libro. Creo que ha obrado una rara alquimia: la de no solo transmitir al lector inglés los conceptos de mi obra, sino todo su sabor histórico. Estoy muy satisfecho.